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Comprueban en la Antártida que dormir la siesta es bueno
Nacionales - Interés General
02/08/2019 19:11:00
La Antártida es el sitio más hostil e inhóspito del planeta, de ahí que se use como análogo espacial para analizar la adaptación a ambientes extremos. Allí un equipo de científicos argentinos descubrió que, en plena noche polar, los hombres que invernaban en la Base General Belgrano II, dormían una hora menos, pero llegaban a duplicar la duración de la siesta.

Un trabajo de científicos argentinos que acaba de publicarse en Scientific Reports analiza los ciclos de sueño y vigilia en ambientes tan extremos como la Base General Belgrano II, la base argentina más austral en el continente antártico.

De acuerdo con los resultados obtenidos, los invernantes de la más austral de las estaciones científicas argentinas en el continente blanco duermen en plena noche polar alrededor de una hora menos, pero compensan ese tiempo con una siesta más prolongada y de mejor calidad.

Según los especialistas, estos resultados responden una pregunta bastante antigua: si la siesta es parte del ciclo sueño/vigilia humano. Todo indica que sí, contestan, y que es un recurso muy valioso para saldar nuestra deuda crónica de sueño.

"Para nosotros fue una sorpresa que la dotación durmiera significativamente menos en los meses de invierno. Aunque no habría que esperar variaciones, porque se respeta una rutina de trabajo (la luz se prende a una hora, se apaga a otra, tienen tareas establecidas). Sin embargo, parece que hay una influencia importante del fotoperíodo que provoca una variación estacional en el ciclo de sueño. Duermen casi una hora menos y lo compensan con una siesta más larga y más 'eficiente'; es decir, 'que rinde más'", dice Diego Golombek, director del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Quilmes y uno de los autores del estudio.

"Los invernantes se iban a dormir una hora más tarde respecto del horario en que lo hacían al llegar -detalla Daniel Vigo, del Laboratorio para la Investigación Biomédica, de la UCA y el Conicet, y último autor del trabajo-. Esto sucede porque se pierden las referencias lumínicas que tiene nuestro reloj interno, que está sincronizado en 24 horas y media. Al no ver la luz del sol, de alguna forma los ciclos tienden a retrasarse un poco todos los días. El fenómeno no se advierte en toda su plenitud porque a la mañana se levantaban a la misma hora para trabajar y esto funciona como sincronizador. Pero estaban un poco más dormidos durante el día y, entonces, alargaban la siesta".

Marta Barbarito, investigadora del Instituto Antártico Argentino que estudia los cambios que introduce "el síndrome de invernada" desde hace 25 años y coautora del trabajo, destaca que en esos ambientes extremos "se advierte hipersomnia (caen la atención, la concentración), algo que sigue manteniéndose a pesar de las nuevas tecnologías, como WhatsApp, Skype o la posibilidad de conectarse vía internet".

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